Vicios Capitales y Virtudes

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Vicios Capitales y Virtudes

Un libro práctico y para la práctica Este es un libro nacido de la práctica y destinado a la práctica. Reúne en un volumen una serie de fichas para la
predicación de ejercicios espirituales abiertos, en parroquias,a un público de fieles en general. No pretende, por lo tanto,tratar exhaustivamente la materia de los pecados capitales y de sus virtudes opuestas, sino solamente dar una introducción suficiente para orar sobre ellos, reflexionar y examinarse delante de Jesús expuesto en la Eucaristía,
pidiendo luz para alcanzar un conocimiento interno de los obstáculos al amor de Dios en el propio corazón. Las fichas contienen, por eso, una cantidad limitada de materia, para que pueda exponerse en el término aproximado de media hora. Si alguna ficha contiene más materia de la que puede exponerse en ese lapso, es para permitir el uso opcional de algunos números. Se recurre a menudo a la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica, porque trata clara y brevemente estos asuntos. Al final de cada ficha temática se ofrece un ejercicio que se presta a un trabajo personal o grupal. Como apéndice a algunas fichas hemos agregado, a modo de ejemplo inspirador, algunos casos o ejemplos tomados de la prensa. Además de ilustrar la
doctrina refiriéndola a hechos concretos, pueden servir para animar una reflexión grupal.
Inspiración ignaciana.
Estas fichas ofrecen a los fieles, una explicación como la que San Ignacio de Loyola aconsejaba darles para iniciarlos en el Primer modo de orar: Al que se quiere ayudar para instruirse y para alcanzar cierto grado de contento del alma... se puede dar por media hora... el
modo de orar sobre los mandamientos, pecados capitales, etc... Esta forma [de dar ejercicios] es más propia para personas menos instruidas, explicándoles cada mandamiento, los pecados capitales y los preceptos de la Iglesia.
El Primer Modo de Orar de San Ignacio es un sabio itinerario de oración, por el cual el ejercitante puede iniciarse y avanzar en el conocimiento de los desórdenes subconscientes que traban e impiden su avance por el camino del amor a Dios. San Ignacio lo recomienda en la Anotación 180 como muy apropiado para los principiantes que quieren instruirse y avanzar en
el camino de la conversión y a los que hay que ayudar a la práctica, asidua y fructuosa, de la penitencia y de la comunión eucarística. San Ignacio prescribe al que da ejercicios declarar, o sea instruir, explicar, los mandamientos y los pecados capitales.
No habiendo encontrado nada adecuado para poner en manos del ejercitante con el fin de ayudarlo a orar sobre los Pecados Capitales y la Virtudes opuestas, emprendimos ya hace años la confección de unas fichas. Ellas fueron creciendo y puliéndose en una larga práctica y experiencia de dar ejercicios. Esas fichas se demostraron con el tiempo útil no sólo para el uso individual, sino para ser empleadas en ejercicios abiertos a grupos numerosos.
Hemos comprobado, en la experiencia, que el Primer Modo de Orar puede enseñarse con gran provecho en veladas de ejercicios abiertos multitudinarios, con tal de que se le reparta a cada participante la ficha correspondiente al tema de la instrucción. En una parroquia hicieron ejercicios con este método 500 fieles, durante toda una semana, a razón de dos temas por noche, en una sesión de hora y media por día. Hemos repetido numerosas veces esta experiencia, aunque no ante un auditorio tan nutrido como aquella vez, en parroquias de Argentina, Uruguay y Paraguay. El recibimiento brindado a estas fichas nos convence de que son realmente útiles a los fieles.
¿Negatividad?
Hay quien piensa que ocuparse de los pecados y predicar sobre ellos es tarea negativa.
No lo es, si al tratar de ellos se los muestra como lo que son: obstáculos en el camino del amor a Dios que hay que remover para poder correr por él, trampas y lazos para el corazón que le impiden volar hacia Dios (ver Salmo 124,7). No lo es, tampoco, si juntamente con ellos se habla de las virtudes opuestas. 
Conocemos esta objeción desde que escribimos nuestra obra sobre la acedia. Y adelantándonos a la misma previsible objeción podemos repetir lo que escribimos allí: No termina de convencerme que sea negativo hablar extensamente de un mal. Como dijo el Arcipreste de Talavera: si el mal no fuere sentido, el bien no sería conocido. Y agregaba: decir mal del malo, loanza es del bueno. Si no se conocen los obstáculos al amor de Dios, es imposible precaverse o removerlos. Si hubiera que aceptar esa crítica, se objetaría la tradición 
centenaria de la Iglesia y la práctica de los santos, en particular, la de San Ignacio de Loyola. 
El motivo por el cual San Ignacio aconseja tratar también de las virtudes opuestas es el siguiente: Apara mejor conocer las faltas hechas en los pecados capitales, mírense sus contrarios, y así para mejor evitarlos proponga y procure la persona con santos ejercicios 
adquirir y tener las siete virtudes a ellos contrarias. 
Es verdad que también el elogio de las virtudes contribuye a hacer aborrecer el pecado y por eso dedicamos atención a ellas en nuestras fichas. "Alaba las virtudes y las verás florecer" 
decía el jesuita belga Pierre Charles, recomendando a los sacerdotes que predicaran enamorando a los fieles de la hermosura del Bien. Pero nadie podrá ignorar que hay fieles a los cuales, antes de eso, hay que convencerlos de la fealdad del mal. 
Haciendo el elogio de la palabra virtud, una de las tantas desgastadas por la contracultura moderna, recordaba Josef Pieper lo que ese término significa: capacidad, poder, poder amar, poder para amar a Dios. 
Lejos de ser negativa, la presentación de los pecados y virtudes dispone a la conversión a Dios y libera para correr por el camino de la caridad. 
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