MUJER: ¿POR QUÉ LLORAS?

Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia


Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia

Son tiempos de ‘acedia’, tiempos de: ceguera para el bien presente. O de: ceguera para el bien del que se goza la caridad. Me he referido en la obra anterior, titulada En mi sed me dieron vinagre, a diversos aspectos de la acedia eclesial. 
“Mujer: ¿Por qué lloras?” La pregunta de Jesús resucitado a la Magdalena, cuando aún estaba oscuro, antes del amanecer del tercer día, parece resonar de nuevo, cuando se aproxima el amanecer del tercer milenio cristiano, como dicha por el Señor resucitado a la Iglesia. Para Dios mil años son como un día. Va a comenzar, pues, el tercer día de la era cristiana de la humanidad.
Hacia el final del segundo día-milenario, la Humanidad y la Iglesia han oído voces que proclamaban la muerte de Dios. Fueron, primero, desde la hora sexta a la nona, los filósofos ilustrados y modernos. Vinieron por fin, en la segunda vigilia de la noche, los teólogos de la ‘muerte de Dios.’
Estamos en la hora propicia para que, pensando que el Señor tarda, se duerman las vírgenes necias y los administradores infieles. En la hora propicia para que descarten la venida del Señor y se pongan a maltratar a mozos y servidoras, o a enterrar los bienes del Señor para dedicarse a sus propios asuntos, olvidados de los intereses del Reino. No sólo la cultura y la civilización sino también la teología naturalista ha alejado a Dios, lo ha declarado recluido en su lejanía y ya no lo espera.
Esta es la hora propicia para que, como la Magdalena, muchos que aman a Jesús, den por muerto al Señor y se entristezcan. Y aún teniéndolo delante, como María en la oscuridad del Huerto, sin embargo no lo reconozcan. Hay una ‘noche oscura’ del alma y otra ‘noche del sentido’ para los creyentes en la Iglesia. Muchos creyentes pasan momentos duros. Momentos de preocupación, de desolación, de noche. El Señor les parece muerto o ausente. Son tiempos de ‘acedia’, tiempos de: ceguera para el bien presente. O de: ceguera para el bien del que se goza la caridad. Me he referido en la obra anterior, titulada En mi sed me dieron vinagre, a diversos aspectos de la acedia eclesial. Esta obra prolonga aquellas reflexiones y meditaciones y quisiera ayudar a comprender la hora presente y anunciar a Jesús resucitado al amanecer del tercer día.
Al pensarse en la reedición de En mi sed me dieron vinagre me pareció más conveniente dejar para otro volumen los materiales suplementarios con los que, inicialmente, pensaba completar aquella obra. Hubieran abultado y encarecido el volumen; se le habría impuesto a los lectores interesados la compra de un volumen del cual ya tenían y habían leído la mayor parte, la pérdida de tiempo y la fatiga de espigar las novedades interpoladas en un volumen ya conocido.
“Mujer: ¿Por qué lloras?” aunque tiene su propia unidad y sentido propio y, por eso, resultará instructivo aún para quienes no conocen la obra anterior, es un volumen suplementario del anterior y presupone la estructura del otro. 
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